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Kenzaburo Oé, en el Salón del Libro de París, en 2012. Foto: Thesupermat.

Kenzaburo oé:

el correr del tiempo a través del bosque

 
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La profundidad de sus recuerdos le sirve para iluminar el significado esencial de los sucesos posteriores; la escritura es la única posibilidad de volver al tiempo de ensoñación del bosque”, afirma Moira Bailey acerca de Kenzaburo Oé, a partir de su lectura de Cartas a los años de nostalgia, uno de los libros más entrañables del premio Nobel japonés.

Moira Bailey J.

“El tiempo pasa, ¿sabes?”, le habían dicho a Kenzaburo Oé de niño, “cuando sientas ganas de huir, lo mejor será que te quedes quieto donde estás, porque como el tiempo pasa, la causa de tu vergüenza al fin se desvanecerá”. Y aunque estaba seguro de haber modificado esas hermosas palabras a medida que crecía, también estaba seguro de haber comprendido realmente su sentido.

  Su obra es una continua constatación no sólo de que hubiera comprendido aquel significado; para él, el tiempo es un círculo interminable en el que estamos inmersos, donde hay una esencia que está siempre viva y vigente mientras el entorno se transforma. Sus libros registran el efecto del tiempo en los hechos y en las personas, pero es un tiempo que no entierra los eventos que deja atrás, sino que les da vida metiéndolos al juego o haciéndolos causa de la forma que toma el presente, que no se acaba nunca de forjar, porque el tiempo es un camino sin fin que puede recorrerse indefinidamente en cualquier dirección. Oé concibe una vida larga, que es el reflejo de lo que precede al nacimiento y sobrevive a la muerte, como una gran circularidad imposible de romper.

  El bosque en el que nació y al que regresa a lo largo de toda su vida es parte inseparable de aquel círculo irrompible. De joven, antes de haber abandonado ese lugar, se preguntaba si vivir no consistiría en comprender lo que sentía entonces y proyectarlo sobre todo el tiempo que le quedara en este mundo. Años después, cuando caminaba nuevamente por los mismos parajes de aquel bosque, se sentía invadido por un íntimo sentimiento de comprensión guiado por aquella intuición. Allí habían sucedido todas las historias de las que habla en sus novelas y que le servirían como modelo para entender la vida y la muerte.

  El bosque es la raíz de la que crece su poética; después de la muerte, el alma se convierte en parte inseparable de él, porque la gente de allí cree que, al morir el alma, ésta se establece en las raíces de algún árbol, donde permanece hasta reencarnarse. Kenzaburo de pequeño temía que, si la muerte lo sorprendía lejos del bosque, su alma tardaría mucho en regresar a aquel lugar fundamental en el que descansaban sus antepasados. Años más tarde, invadido por la tristeza, sentía que la mitad de su alma había volado al bosque y yacía prematuramente en las raíces del árbol que le estaba destinado, habiendo abandonado su desconsolado cuerpo en la ciudad.

  Oé se revela en sus personajes, pero también se protege en ellos: sobrevivir Hiroshima y sufrir los dobleces de la postguerra son las constantes incurables de su vida y el leitmotiv casi obligado de sus libros. El niño que “juró en vano no alejarse del valle que sus abuelos llamaban hogar” compara constantemente la gran ciudad, de la que hizo su núcleo de vida, con la visión que tiene desde su pueblo en medio del bosque y con las reminiscencias e historias que nacen en él. La distancia que existe entre estos dos mundos es descrita en toda su dimensión, pero no con la benevolencia de quien fabrica la perfección en aquello que ya no tiene, sino con la exactitud de una memoria que nada perdona.

  Cartas a los años de nostalgia es uno de sus libros más completos, recoge sus reflexiones fundamentales en el bosque, los hechos importantes de Japón y de sí mismo, todo encerrado en un “juego serio y sereno dentro del círculo del tiempo”. Son cartas a los años en los que se origina la nostalgia del presente; en ellas, la fuerza de los hechos no se diluye, la sabiduría de Oé consiste en ver las cosas a través de un tiempo más abarcador, cuyo movimiento es flexible. El bosque es para él un lugar de ensoñación y al asociar el tiempo con la ensoñación, ese tiempo adquiere una extraordinaria elasticidad.

   Y si “después de la muerte el alma se vuelve parte inseparable de ese bosque”, la vida en el mundo no puede escapar a la influencia del eterno tiempo de ensoñación. Cartas a los años de nostalgia describe todo lo que en algún momento o lugar de su existencia tuvo influencia en su pensamiento y la cotidianidad de su vida. Es una aleación de eventos tristes y cruentos con cuentos antiguos y tradicionales de los caseríos cercanos a su pueblo rodeado por el bosque, escrita con gran valentía y afectividad.

   La profundidad de sus recuerdos le sirve para iluminar el significado esencial de los sucesos posteriores; la escritura es la única posibilidad de volver al tiempo de ensoñación del bosque. En este libro se detectan las lecturas y los sucesos que lo llevaron lenta y claramente a ser un escritor de cuerpo entero, un hombre que no toma atajos para simplificar su camino, sino que sabe esperar a que la gente y las cosas tomen las formas que le son propias.

   Cartas a los años de nostalgia es un relato que avanza en varias direcciones, y así como los salmones de aquel bosque siempre regresan al río en el que han nacido, también los pensamientos dan vueltas hasta llegar a su lugar de origen. A través de él, Oé vuelve a la mayor parte de los lugares que ha pisado alguna vez; ninguna memoria es desplazada, él regresa a ellas venciendo el temor de lastimarse nuevamente por heridas mal curadas. Su fotográfica memoria lo ayuda a describir el pasado en toda su dimensión, con todo lo que significó atravesarlo.

  Sus recuerdos certeros resuenan en la tierra que sigue siendo la misma que los produjo, en un presente lleno de vestigios, a veces dolorosos, que son la confirmación de la certeza de que todo aquello sí sucedió. Pero el corazón que acarrea sus memorias no se vuelve lento y pesado, está siempre dispuesto a seguir viajando del bosque a la casona y por todos los años que los separan.

Moira Bailey J. es escritora y traductora nacida en La Paz, Bolivia. Actualmente reside en la ciudad de México donde se desenvuelve como catedrática universitaria. Es autora del libro A lomo de tigre y coautora de El taller de Hugo Gola, ambos títulos editados por E1 Ediciones.

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