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La Odisea de las mujeres


La primera mujer que tradujo, íntegramente, La Odisea al español fue la cubana Laura Mestre (1867-1944), aunque por desgracia su trabajo aparentemente sigue inédito y permanece archivado en los fondos del Instituto de Literatura y Lingüística en la ciudad de La Habana. La precedió, pero en el idioma francés, Anne Decier (1647-1720), filóloga y escritora polémica, cuya traducción sí fue publicada, en 1716. Es decir, tanto en español como en francés han existido, desde hace siglos, traductoras capaces de emprender tareas monumentales.

Sin duda en idioma inglés existen, y han existido, también grandes traductoras, por ello llama la atención que la primera traducción de La Odisea a ese idioma, realizada por una mujer, haya sido publicada en 2017. Se trata, por lo que se sabe, de una gran traducción, que además es una versión en verso, lo que implica un trabajo de una complejidad mayor. En The New York Times, Wyatt Mason publicó un extenso comentario, que incluye declaraciones de la propia Emily Wilson, en el que se advierte la relevancia de este trabajo y se destaca que además de realizar una labor de traducción sobresaliente, Wilson aporta una visión interpretativa que permite a lectores de los tiempos que corren entrar con mayor facilidad a la obra de Homero. Cabe añadir que no estamos ante una “adaptación” o una versión moderna, sino ante una traducción que traslada la métrica y el ritmo de Homero a los tiempos actuales. Divulgamos a continuación una versión de las porciones más relevantes del texto de Mason. El artículo puede consultarse aquí en extenso.

Fotografía de Michael Bryant, publicada en The Inquirer

 

La primera mujer que traduce La Odisea al inglés

Por Wyatt Mason

Traducción y resumen de Luba Rovinskaia

Desde la aparición de la primera versión de La Odisea en inglés, alrededor de 1615, en traducción de George Chapman, la historia de Odiseo y su viaje de diez años de retorno de la Guerra de Troya hacia su esposa Penélope, ha sido traducida más de 60 veces, la mitad de ellas en los últimos 100 años, y al menos una docena en las dos últimas décadas. Emily Wilson, cuya traducción aparece en 2017, ofrece por primera vez una versión femenina (en inglés, claro) del segundo poema más antiguo luego de La Ilíada, sin los cuales la tradición occidental sería difícilmente imaginable.

Nacida en 1971 en Oxford, Inglaterra, Wilson viene de una larga lista de académicos por el lado materno. Su madre, Katherine Duncan-Jones, especialista en Shakespeare, enseñó literatura en Oxford; su tío, historia romana en Cambridge; el abuelo materno, filosofía en Birmingham, y la madre de su madre, Elsie Duncan-Jones, también en Birmingham, era autoridad en la poesía de Andrew Marvell. La madre de Wilson y otra colega inauguraron la primera guardería universitaria para hijos de trabajadoras. “Fue algo revolucionario”, comenta Emily.

En su versión de La Odisea, la traductora al inglés hizo pequeños pero significativos cambios –radicales en comparación con 400 años de traducciones sin alteración– en un texto que, a decir de ella misma, ha acumulado con tantas traducciones demasiado ruido que afecta la interpretación, incluso por eruditos que lo leen en el original en griego. Cambios que ponen de relieve, con cada mutación, la gravedad y el precio humano de la diferencia de criterio. El primero de ellos está en la primera línea del poema. Uno podría fácilmente pensar que en el transcurso del último medio siglo se debió llegar a un consenso en inglés para polytropos pero, si consultamos a los predecesores de Wilson, difícilmente hallamos tal consenso.

En su versión, Chapman traduce polytropos como “en más de una forma (way) herido por su sabiduría”; Ogilby apuesta por un breve “prudente”; Hobbes evade la palabra y llama a Odiseo sencillamente “el hombre”. Bastante rango de diferencia y apenas iniciamos. Podemos enunciar también: “en las diversas artes de la sabiduría reconocido” (Pope); “por astucia afamado y de genio versátil” (Cowper); “astuto” (crafty) (Cary); “de larga y probada experiencia” (Sotheby); “de muchos recursos” (Bukley); “muy versado” (Alford); “ese héroe” (Worsley); “de muchos destinos” (Re. Giles); “que ha dado muchas vueltas” (Norgate); “llevado aquí y allá por el Destino” (Musgrave); “hombre de muchos lares” (Rev. Lovelace Bigge-Wither); “profundo” (Edington); “sagaz” (Bryant); “hábil para expediciones” (Mongan); “presto en la necesidad” (Butchter & Langs); “célebre por su astucia” (Way); “aventurero” (Palmer); “(shifty) inestable, cambiante” (Morris); “ingenioso” (Butler); “cauteloso y sabio” (Cotterill); “incansable” (Caulfield); “listo” (Hiller); “de muchos cambios” (Bates); “de varia mente” (Lawrence); “nunca perdido” (Rouse); “de muchos caminos” (Lattimore); “hábil en todo tipo de contienda” (Fitzgerald); “que ha dado muchas vueltas” (Cook); “de ampliamente abierto espíritu” (Shrewing); “el de las muchas artimañas” (Mandelbaum); “el de las vueltas y virajes” (Fagle); todo para llegar a Lombardo con “taimado” (cunning).

De las 60 maneras de resolver la cuestión de polytropos, las 35 anteriores no podrían ser menos uniformes (las restantes repiten, con mínimas variaciones, las enunciadas); lo que tienen en común es que sus traductores ignoraban la ambigüedad ya existente en la palabra que estaban traduciendo.

La mayoría de ellos optó por descripciones directas de la naturaleza de Odiseo, desde lo positivo (hábil, versátil, sagaz) hasta lo negativo (voluble, taimado). Sólo Norge y Cook preservan la raíz griega como la describe la traductora. Son respuestas que, dadas por un estudiante de los clásicos cuya formación transcurre en buena parte traduciendo del griego y el latín y siendo calificado correcto o incorrecto con base en el conocimiento de los diccionarios, obtendrían buena nota. Pero para el lector anglófono moderno, que no conoce el griego, ¿sugiere acaso “el hombre de muchas vueltas” el doble sentido del original (un hombre que, o bien está en control total de su vida, o bien que lo ha perdido completamente)? De las traducciones existentes, ninguna parece llevar al lector, sin echar mano del griego, a concluir qué tipo de hombre es Odiseo.

“Quería que hubiese un cierto matiz de que hay algo mal con este hombre”, expresa Wilson, “uno espera algo del personaje y yo quería decirle al lector: prepárate para un texto que no tiene una sola interpretación directa”.

Así comienza La Odisea de Emily Wilson, cuya propuesta para la quinta palabra del poema (polytropos) es también la quinta palabra de su versión en inglés:

Tell me about a complicated man.

Muse, tell me how he wandered and was lost

when he had wrecked the holy town of Troy,

and where he went, and who he met, the pain

he suffered in the storms at sea, and how

he worked to save his life and bring his men

back home. He failed to keep them safe; poor fools,

they ate the Sun God’s cattle, and the god

kept them from home. Now goddess, child of Zeus,

tell the old story for our modern times.

Find the beginning.

[Cuéntame acerca de un hombre complicado.

Musa, cuéntame cómo vagó y se perdió

luego de destruir la sagrada ciudad de Troya,

adónde fue y a quiénes conoció; el dolor

que sufrió en la tormenta en los mares y cómo

batalló para salvar su vida y guiar a sus hombres

a casa. Falló en mantenerlos a salvo; pobres tontos,

comieron del ganado del Dios del Sol, y éste

los capturó e impidió volver a sus hogares. Ahora, Diosa, hija de Zeus,

cuenta la vieja historia para los tiempos modernos.

Encuentra el comienzo.]

“Complicado”: la decisión de Wilson es brillante porque aparenta ser directa. Sin embargo, así como en polytropos, la etimología de “complicado” es harto reveladora. Viene del verbo latino complicare, que quiere decir “doblar, plegar, compaginar” [En inglés: to fold together, que pasó al castellano como el anglicismo “folder”. N. de la T.]. No pensamos inmediatamente en esta raíz cuando decimos de alguien que es complicado, pero eso es lo que queremos decir: que es un compuesto, muchas cosas metidas en una; que es difícil de desentrañar, separar sus partes, discernir.

*

Aun si la traducción parece un paso natural para un erudito preocupado por las conexiones entre la antigüedad y los textos posteriores, Wilson relata que sus colegas intentaron disuadirla de dedicarse a ella: “Me dijeron ‘no deberías estar haciendo ese tipo de libro antes de obtener tu definitividad. Mientras aún no la tengas, has de escribir, ya sabes, el tipo correcto de libro’”.

Wilson no les hizo caso y comenzó a traducir tragedias griegas y romanas, por puro gusto e interés personales. Publicó una selección de Séneca en 2010 y cuatro piezas de teatro de Eurípides en 2016.

A la pregunta de por qué la traducción no es tan valorada en la academia, Wilson respondió: “porque no la perciben como intelectualmente seria. La traducción es vista como comunicación hacia fuera, con las masas, y eso muchos lo encuentran menos importante que ser innovadores dentro de su propio campo. Aunque yo crea que la traducción sí es una vía para innovar en mi área, mis colegas no lo ven así”.

La Odisea de Wilson parece sostener una campaña contra esa cortedad de visión, según la cual traducir es buscar las equivalencias que permiten en inglés los términos griegos, para los que ella opta por otras formas que en inglés rescatan el sentido original, aunque se aparten lexicalmente del griego, de “lo correcto”. “Lo que nos lleva a ‘complicado’ es buscar preservar la ambivalencia que hay en el original, a la vez que expresar con un término moderno una pista de esa ambigüedad de polytropos, pero que el lector reconozca como algo que, en efecto, diría hoy de alguien: que es complicado”, explica la traductora. “Y en el caso de Odiseo, lleva al lector a preguntarse ‘¿por qué es complicado?, ¿qué experiencias lo formaron?’”.

“Tengo ganas de sacudir a algunos colegas y hacerles ver que finalmente todas las traducciones son interpretaciones”, comenta, pues buena parte de la crítica que espera de su versión de La Odisea, dice, es que ésta se desvía de la traducción literal, sin notas al pie para explicar el porqué de su decisión (lo cual equivaldría a que casi en cada línea haya una nota al pie). Su traducción pretende, en cambio, una experiencia lectora de inmersión en esta narrativa, pues, para ella, todo el problema descansa sobre un malentendido del rol de las traducciones, que es ser fuente de vigorosos debates, desde que históricamente los textos comenzaron a ser traducidos.

“Encuentro cierta religiosidad en la práctica del traductor: uno está al servicio de la palabra dada previamente por otro.” Desde la Biblia, los traductores han despertado la ira de los creyentes, al desacralizar con su pluma los textos considerados como sagrados; pero llama la atención que con similar vehemencia se suele arremeter contra los traductores de textos canónicos seculares.

*

En el centro de ambas épicas homéricas encontramos un guerrero. En La Ilíada es Aquiles, el más grande de los griegos, un semidiós casi inmortal. Aunque la Guerra de Troya comenzó por una mujer, Helena, robada a su esposo griego por un troyano, La Ilíada es un poema sobre hombres. Zeus es el dios dominante, y las acciones de los hombres, su voluntad en la guerra, el amor y la amistad y las pérdidas de la batalla son las preocupaciones del poema.

En La Odisea, dichas preocupaciones cambian radicalmente. Zeus es reemplazado por Atenea como dios dominante y el poema inicia, no con Odiseo, sino con su esposa, Penélope, quien lo ha estado esperando por veinte años en un reino dirigido por sus pretendientes, a quienes por reglas de cortesía no puede simplemente echar. Odiseo no aparece sino hasta el quinto libro, de 24 que conforman la épica; allí nos enteramos de que ha estado viviendo con la diosa Calipso por siete años, luego de estar con otra diosa, Circe, y que las sirenas y una joven princesa buscaran atraerlo. En suma, en todos lados hay mujeres tentadoras y, aun así, Penélope, sola, sigue siendo la venturosa.

Durante el feminismo de la segunda ola, los académicos se abocaron a buscar la voz de Penélope en La Odisea, a celebrarla como la verdadera heroína de la historia. Wilson critica este enfoque por demasiado simplista. “Pude haber traducido polytropos como ‘esposo andariego’, pues andra en griego quiere decir ‘hombre’, pero también ‘marido’. Pero esta traducción cambiaría completamente la lectura del poema.”

“Se puede, pues, traducir las mismas líneas de cientos de maneras y que todas sean defendibles desde algún punto de vista”, recapitula, “pero yo quería ser súper responsable en mi relación con el texto griego, y verme diciendo, luego de muchas revisiones diferentes: ‘esto es lo más que me puedo acercar a la verdad’”.


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