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El miedo a los animales





La soberbia intelectual

 

La obra de Enrique Serna la he leído en sentido contrario, es decir, de lo más reciente a lo más antiguo y todo me ha entusiasmado. Novelas como La doble vida de Jesús o El vendedor de silencio son de lo mejor que se ha escrito en México, desde mi punto de vista, y también es un gran libro su Genealogía de la soberbia intelectual, un título muy afortunado, que en parte me apropio para identificar esta serie de textos del blog de Expreso Doble. Y digo lo anterior porque recientemente leí El miedo a los animales, y prácticamente me acabo de enterar de que la anécdota central de esa historia proviene de un hecho verídico ocurrido en los años ochenta del siglo pasado, que fue intensamente comentado entre quienes trabajábamos en los periódicos de la época.

Recuerdo muy bien que un día de tantos en que caminaba yo por los talleres del periódico Excelsior, sin hacer nada, sólo perdiendo el tiempo mientras llegaban a mi escritorio más galeras para corregir, cuando me llamó la atención un grupito de trabajadores que veían con cierto misterio una ejemplar de la sección de sociales del periódico Novedades. Por supuesto que me acerqué, era evidente que se trataba de algún chisme sabroso. De inmediato uno de ellos me permitió leer lo que tanto les asombraba y no era para menos. Incrustada en una nota sobre algún evento de tipo cultural, esas donde se habla casi nada de arte o literatura y mucho de las personas asistentes al brindis, se leía: "hubo de todo entre los asistentes a la galería, artistas, fotógrafos, intelectuales y uno que otro... [aquí un insulto que no vale la pena recordar] como Miguel de la Madrid Hurtado…" que en ese entonces era el Presidente de la República, con mayúsculas, sí, tal como era la usanza en esa época. Después de mi sonora carcajada, que luego interrumpí para que no fuera tan notoria, uno de los compañeros me dijo: "¿cómo ves?, está cabrón". "Ya me imagino cómo le fue al corrector", les dije. "Nombre si ya corrieron al corrector, al jefe de corrección, al jefe de redacción y andan viendo a quién más."

Era triste que eso ocurriera, pues algunos eran conocidos nuestros, sin embargo el hecho era hilarante. Tiempo después nos enteramos de que el verdadero autor del atroz insulto contra el primer mandatario de la nación nunca pudo ser ubicado. Novedades fue de los primeros diarios que habían modernizado sus procesos y ya utilizaba computadoras y redes internas para generar las páginas que luego serían impresas, por eso el bromista pudo permanecer en el anonimato. En Excelsior aún utilizábamos el antiguo sistema en caliente y resultaría muy difícil que alguien hubiera hecho eso sin ser descubierto. Quien se tomó este atrevimiento era alguien que sabía utilizar una computadora y que sabía cómo esconder su huella, lo cual era muy fácil en aquellos tiempos. De hecho yo estaba enterado de cómo trabajaban en ese periódico porque Xavier Velasco, ahora afamado escritor y en aquellos tiempos un redactor que comenzaba a despuntar, era integrante del área de redacción de Novedades y en alguna ocasión me platicó algo acerca de ello.

Mi falta de atención en la lectura de un escritor al que admiro hizo que apenas me haya dado cuenta de esto. Claro, muchos recordamos ese chisme como una anécdota más, pero Serna lo utilizó para construir una gran novela.


Juan José De Giovannini

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