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El río sin orillas

Un tratado para iniciados del Plata

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De la variedad de culturas, de idiomas y de razas del río de la Plata surgió una suerte de sincretismo cultural con un predominio de elementos mestizos, hispanoportugueses e italianos.

Juan José Saer

El río de la Plata, desde Buenos Aires. Fuente: www.freejpg.com.ar

Guillermo G. Espinosa

Juan José Saer fue un escritor argentino que dejó un legado para iniciados. Sus tirajes no fueron ni son espectaculares y algunos de sus libros ya están dados de baja. Lo han convertido en un escritor de culto. Quienes lo leen tienen que hurgar en librerías de viejo. El río sin orillas tiró tan solo 500 ejemplares en 2012, sexta y última edición de un libro publicado por primera vez en 1991, con el subtítulo de “Tratado imaginario”.

      Un río sin orillas es aquel que se confunde con un mar o un golfo por su enorme extensión. No hay muchos de su clase. El lecho del río de la Plata mide 200 kilómetros en el espacio de mayor separación. Esto es de Punta del Este, Uruguay, a Punta Rasa, en Argentina. Quien navegue a su punto intermedio no tendrá tierra a la vista. Sus primeros navegantes europeos en el siglo xvi pasaron por tremendos desconciertos. El primer explorador bordeó la costa en 1516, temeroso de seguir hacia el sur por las aguas desconocidas del océano Atlántico. Cuando halló una ensenada que le permitió desembarcar −en un lugar que hoy lleva su apellido− Juan Díaz de Solís pudo comprender que estaba río arriba.

    El ensayo de Saer (1937-2005) es una disquisición sobre el río de la Plata y su entorno geográfico y humano. Es un libro que escribió a causa de un pedido editorial, dejando temporalmente su residencia en París, donde radicó desde los 31 años hasta su muerte. Llegó Saer a Francia en el mítico año de 1968 para estudiar y enseñar literatura e historia de la cinematografía. Es el escritor de junio, nació el 28, hace ocho décadas, y murió el 11 del sexto mes, a los 68.

    El río de la Plata es eje de la vida de Argentina y Uruguay, y está en la raíz de estos dos Estados nacionales. Hasta 1814 existió el Virreinato del Río de la Plata y como unión de provincias conservó el nombre en sus primeros años de vida independiente. Fue hasta principios del siglo xx su conexión con el mundo marítimo y hasta el xix, como región, fue blanco de las disputas territoriales españolas, portuguesas e inglesas. Es el curso de entrada a las profundidades de América del Sur, que en su corazón mediterráneo alberga a Paraguay y al Mato Grosso de Brasil.

    Saer no perteneció a los círculos literarios de Buenos Aires porque nació y se formó a 500 kilómetros al norte, en Santa Fe, capital de la provincia homónima, y nunca tuvo residencia en la capital. Pero volvió con honores. Se le reconoce hoy entre los escritores argentinos más conocido en el mundo hispanoparlante, con ediciones publicadas en España y traducción de un par de sus textos al inglés. La mayor parte de su obra fue publicada por la editorial Seix Barral de Barcelona. Hay quienes le dan un lugar junto a Jorge Luis Borges y Ricardo Piglia (Plata quemada), por su formación literaria y su conocimiento de los clásicos, lo que le diferencia de otro nombre destacado, el de Tomás Eloy Martínez (Santa Evita), quien viene del periodismo.

     En su recorrido por el río de la Plata y su cuenca, Saer cuenta una infinidad de historias y salpica en un elegante breviario datos para conocer esta región de Sudamérica, donde −dice el escritor, metafóricamente− el contorno del cauce plateado asemeja un falo penetrando los delicados labios de una vagina. Deseos, recuerdos, recorridos, espacios, descripciones, conversaciones y lecturas −de una bibliografía recomendada por gente como el historiador argentino José Carlos Chiaramonte, un experto en el tema del tránsito virreinal al republicano−, son la materia prima de este escrito sobre el río de la Plata.

   La vida del río sin orillas transcurre a lo largo de marcados veranos, otoños, inviernos y primaveras. Todo a la inversa del hemisferio norte, con un final de año “primaveral”, en diciembre. El ensayo de Saer se estructura a través de las estaciones del año, que coinciden con uno o más episodios que han dejado una impronta política, económica o emocional a los argentinos. Comienza en verano porque en esa temporada llegó Solís a sus aguas y tierras fangosas, llenas de insectos, mosquitos, mariposas y fauna reptante. En el otoño, describe las características físicas de esta que llama “tierra chata”, de sus vientos y su toponimia; de los gauchos y de aquel dilema rioplatense de “civilización o barbarie” (orden o anarquía, letrados o caudillos, personas con educación o gauchos), puesto en prosa por Domingo Faustino Sarmiento (Facundo). Cuando llega el invierno, relata todo el periodo del peronismo, con su discurso político, el control militar, los métodos frontales de gobierno. Los argentinos creyeron en cierto momento que habían superado el tiempo de los autoritarismos y las dictaduras, de los Juan Manuel de Rosas del siglo xix, creando organizaciones sindicales y dando conciencia política a la clase media y los obreros, pero no contaron con que el peronismo acabaría en tragedia. La cultura política ha creado sus mitos, como Evita y Juan Domingo Perón (o Cristina Fernández de Kirchner, para actualizar). Son símbolos que están en la mente de muchos argentinos. Para la primavera decembrina −y el final del libro−, Saer dejó los asados. Su idea de qué significa la tradición del asado: una tarde de carnes entre argentinos, un punto de reencuentro, el lugar para su reconciliación infinita. 

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Juan José Saer, El río sin orillas, Seix Barral, Barcelona, 2012

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“Estado do Brasil”, de Joao Teixeira Albernaz (circa 1595-1662). El autor fue cosmógrafo de la Corona portuguesa. Este mapa de 1626 tiene dimensiones de 81.3 de altura x 60.7 de base. Propone el trazo de los límites de Brasil abarcando la totalidad de la cuenca del río de la Plata y la Patagonia, hasta el estrecho de Magallanes. Aun en el siglo xvii, España y Portugal disputaban posesiones en Sudamérica en virtud del Tratado de Tordesillas de 1494, producto de una bula papal con la que se intentó ordenar el dominio sobre los territorios de las “Indias orientales”, a partir de paralelos y meridianos específicos, que en la práctica fueron ignorados.

 

Breviario

 

La oraciones entre comillas fueron extraídas de El río sin orillas.Tratado imaginario. Las páginas anotadas corresponden a la edición de Seix Barral, de 2012. Las ideas no textuales son paráfrasis que provienen también del ensayo de Saer.

 

Buenos Aires. Pedro de Mendoza fue el fundador del primer Buenos Aires. Carlos V, de quien fue cortesano en la infancia, le otorgó el título de Adelantado y Capitán General. El primer nombre de la localidad fue Santa María del Buen Aires o de los Buenos Vientos, virgen andaluza, patrona de los marineros. “Lo que construyó fue un caserío de leña, paja y barro con un edificio un poco más grande que las autoridades llamaban casa fuerte y el resto de los pobladores la casa del adelantado”. Los colonos españoles, que habían llegado al mando de Pedro de Mendoza, fueron sitiados por indios que solían merodear en el lugar del asentamiento. La huida estuvo encabezada por el hermano del fundador, (Rafael) de Mendoza. (p. 67).

 

Caballos. Tras la caída de Buenos Aires en 1541, cinco yeguas y siete caballos fueron abandonados por el adelantado Mendoza y su gente. Se perdieron en la pampa y volvieron multiplicados al infinito.

 

Caza y pesca. Expresión en Buenos Aires, según Saer, que significa carecer de recursos seguros y regulares. (p. 71).

 

Darwin, Charles. Estuvo en la región de 1832 a 1834. El 6 de diciembre de 1832 escribió en su diario sobre los conjuntos de mariposas que cubrían el cielo en la primavera austral.

 

Díaz de Solís, Juan. Piloto mayor del reino español, no un aventurero; se internó por error en las aguas del río de la Plata, buscando más allá de Tierra Firme −antigua manera de aludir al macizo continental− un paso hacia las islas Molucas, en Asia. Lo nombró con el oxímoron Mar Dulce, tratando de ser descriptivo. Unos tres meses tardó la expedición desde que las tres naves salieron de Andalucía. (pp. 43-46) En un desembarco exploratorio sobre el río Uruguay, fue capturado y asesinado por indios que se lo comieron crudo a él y a algunos de sus subalternos, mientras el resto de la tripulación miraba la escena desde la cubierta del barco. (p. 53-54).

 

Fierro, Martín. El héroe de la literatura argentina decimonónica mata porque sí, excitado por la borrachera, dice Saer. (p. 176).

Gaboto, Sebastián. Marino veneciano, cruzó el río de la Plata, exploró el Paraná en 1521 y en 1527 fundó Sancti Spiritus, la primera localidad española en lo que hoy es la provincia de Santa Fe, en Argentina. De ahí es Juan José Saer.

 

Ganado cimarrón. Designa un “estado salvaje” de las reses. “Etimológicamente es la menos adecuada para designar algo relativo a la pampa”, porque según el diccionario de la Real Academia Española, la palabra proviene de cima o cerro y el diccionario de Corominas lo da como sinónimo de cerril. “Pero en su sentido amplio, el que posee en la actualidad, significa silvestre o salvaje.” Un gobernante virreinal en Asunción, hoy Paraguay, ordenó en el siglo xvii la introducción del ganado en el campo, dejándolo a su suerte.

 

Gaucho. Esta palabra también significa silvestre o salvaje y tuvo una intención despectiva, pero con el tiempo pasó a ser un encomio. “En las orillas del río de la Plata tiene un prestigio varonil, primitivo y libertario. Se lo usa en su sentido histórico para designar a los animales domésticos vueltos al estado salvaje, pero también nombraba a los indios o negros que, rebelándose contra la esclavitud, huían a la pampa o a la selva. Es sinónimo de mate amargo, tal vez porque los indios lo tomaban así.” (p. 77) La gauchada, hacer una gauchada, es hoy sinónimo de hacer un gran favor, un buen paro.

 

Gaucho-caballo. Es conocido el chiste del escritor uruguayo Macedonio Fernández, según el cual, los caballos inventaron al gaucho para salir del aburrimiento en la pampa. El caballo creó una dependencia al gaucho, para quien andar a pie, era equivalente al mayor abandono. (p. 73).

 

Historia. En Buenos Aires, “lo que en el desenvolvimiento de la historia asumirá la forma consustanciada de una novela naturalista, con sordideces jurídicas, torvas historias de familias, inversiones deshonrosas de alianzas, especulación financiera, falsificación cínica de la historia, racismo orgánico y públicamente declarado, apropiación fraudulenta de bienes públicos, arrogancia y corrupción, en los años arduos de la primera fundación tendrá los rasgos espesos de una farsa”. (p. 67.)

 

Identidad. “El país se interrogó ansiosamente durante décadas por su identidad, sin comprender que era justamente esa incertidumbre lo que la definía.” (p. 168).

 

Indios. Los indios que en el siglo xvi habitaban la cuenca del río de la Plata eran nómadas y seminómadas, viajeros y navegantes. Vivían de la caza, la pesca y la recolección. Navegaban el Paraná y el Uruguay, pero no se atrevían a ir más allá del delta y avanzar hacia el río de la Plata “para no perder ni pie ni realidad en esas aguas que, confundiéndose con el mar, se ensanchaban y se prolongaban al infinito”. (p. 41) Algunos andaban enteramente desnudos y otros utilizaban taparrabos, pero en el invierno usaban unos abrigos toscos, hechos de pieles de animales. Fabricaban canoas ahuecando troncos de árboles y para cazar, manejaban arco, flecha, lanzas y boleadoras, con las que se dice que eran capaces de cazar un pato en pleno vuelo. La guerra o conquista del desierto encubre el mito de la “exterminación” de la raza indígena en Argentina, en 1880.

 

Intelectuales europeos. Hasta mediados de 1950 bastaba con ser enviado del Foreign Office o la Aliance Francaise para ser elevado al rango de pensador o artista en los círculos intelectuales de Buenos Aires.

 

Lengua. “De la variedad de culturas, de idiomas y de razas del Río de la Plata surgió una suerte de sincretismo cultural con un predominio de elementos mestizos, hispanoportugueses e italianos.” El acento, salvo por algunas inflexiones de la gente de Andalucía, es distinto a cualquier otro en español. (p. 166).

 

Magallanes, Fernando de. Hizo en 1520 el mismo recorrido de Díaz de Solís, todavía buscando una ruta corta para llegar a Asia. Logró salir, volver al Atlántico y llegar hasta la punta sur de América, dando su nombre al estrecho que abre paso al Pacífico.

 

Matadero. El relato fundacional de la literatura argentina se llama Matadero. Imagen simbólica de la dictadura de Juan Manuel de Rosas (1829-1852). Narra el suplicio de un joven que es torturado por un grupos de gauchos, que simpatiza con el dictador. Su autor, un desterrado, es Esteban Echeverría.

 

México-gaucho. Se asocia a México con la muerte, con una afinidad con la muerte, como diría Octavio Paz en El laberinto de la soledad, pero la violencia del gaucho fue extrema, afirma Saer. Ver Fierro, Martín.

 

Mendoza, Pedro de. En pleno verano de 1536, fundó el fuerte de Buenos Aires en la margen meridional del río de la Plata. En 1541, sitiada por indios, Alfonso Cabrera −miembro de la expedición original− le prendió fuego a la localidad, quedando en el abandonó por varias décadas, hasta su segunda fundación en 1580. Mendoza, que un cortesano adinerado, un empresario, llegó a América del Sur con el objetivo de impedir el avance de los portugueses en la región. La misión de Mendoza tuvo como principal característica el desorden y estuvo marcada por los delirios que una fiebre derivada de la sífilis le causaba; en una situación confusa ordenó en Río de Janeiro −camino a la fundación de Buenos Aires− el asesinato de su principal subalterno, motivado por los celos. (pp. 63-66) Un año y medio después de haber llegado al río de la Plata, Pedro murió en alta mar a causa de la sífilis, cuando iba regresando a España. (p. 68).

 

Mito, dogma y herejía. “Es sabido que el mito engendra la repetición, y que la repetición la costumbre y que la costumbre el rito y que el rito el dogma; y que el dogma, finalmente, la herejía.” (p. 12).

 

Pampa-desierto. La palabra pampa es de origen quechua y significa campo abierto. (p. 79) Hasta 1870, salvo los indios, nadie más llamaba pampa a la llanura que se encuentra al norte de Buenos Aires y al sur de Santa Fe. Era más bien conocida como “el desierto”, no por su escasa vegetación, sino porque estaba despoblada y sin labranza, a pesar de tener suelos fértiles. El desierto estaba habitado por indios nómadas que no se ocupaban tampoco de la tierra. Hasta antes del último tercio del siglo xix, los inmigrantes de Europa dieron la espalda a la pampa. (p. 59).

 

Pampero. Aire caliente que viene de la pampa, desde el norte, en oposición a la suestada. Habitante de la misma. Estos vientos chocan en la región del río de la Plata.

 

Patagonia. “Como sucede en muchas ocasiones, la confusión es en primer lugar de tipo semántico.” Se piensa que Patagonia tomó su nombre de las huellas desmesuradas de pies humanos que los hombres de Magallanes pudieron observar, atribuyéndolas a gigantes que presuntamente habitaban el extremo sur de América.

 

Perón. Volvió a la Argentina después de 18 años de exilio, el 20 de junio de 1973. Era el comienzo del invierno en el hemisferio sur. “Su vuelta fue orquestada en acuerdo con sus enemigos, que esperaban verlo ejercer su talento de pacificador, a pesar de que nadie ignoraba que él era uno de los principales responsables de los disturbios.” (p. 188). La seducción política de las masas.

 

Río de la Plata. El nombre no representa más que una quimera. Aquí nunca ha habido plata. Si acaso, algunas tardes, torna su color plata. Solís lo llamó Mar Dulce. (pp. 106, 111).

 

Rioplatenses. La variedad de etnias y culturas los hace diferentes del resto de América Latina. Su lengua es una expresión de ello. A la variedad étnica y lingüística se agregan dos factores: la temprana creación de una clase media y de conciencia política, tanto de los profesionistas, como de los obreros y la gente de oficios.

 

Suestada. Viento fuerte del sureste.

 

Toponimia. Las etnias son generalmente llamadas tribus, aunque no es el nombre que los antropólogos eligen generalmente. Los más conocidos son los guaraníes, chanás, charrúas, minuanes, tobás, yaros y muchos otros, como los tehuelches y los patagones, más al sur del continente. Para los europeos, su nomadismo era sinónimo de vagancia y todavía en 1815, permanecía la misma consideración de la autoridad del río de la Plata, por lo que fue promulgada una ley para reprimirla. (p. 47) Saer se apega al argumento de que los indios fueron exterminados, algo que ha justificado la idea de que Argentina y Uruguay son pueblos trasplantados, aun cuando perdure su toponimia “inconfundible y sonora”. Gualeguaychú, Uruguay, Paraguay, son algunos de los nombres que se conservan. (p. 46) La toponimia es generalmente la primera confusión en la que cae un viajero. La toponimia puede ser onomatopéyica.

 

Uruguay. Es parte de este conglomerado rioplatense, escribió Saer, al confesar que nunca visitó al país vecino, separado de Argentina por el río de la Plata.

 

Vaca-caballo. En el bestiario rioplatense, la vaca y el caballo, como el unicornio y el cordero en el cristiano, ocupan el primer lugar.

 

Vientos. Ver pampero y suestada.

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