top of page
newspapers Wolfgang Eckert.jpg

La  ética

y las prácticas periodísticas

Promoción web.png

En este artículo, Guillermo G. Espinosa propone que el camino para lograr establecer una ética periodística pasa por definir y respetar reglas en el trato entre los reporteros y sus fuentes.

Guillermo G. Espinosa*

 

 

INTRODUCCIÓN

Reporteros de medios de todo el mundo que de 1980 a 1992 estuvieron asignados a la corresponsalía de El Salvador, durante la guerra civil, formaron una asociación a la que denominaron SPCA, el acrónimo de la Society for Prevention of Cruelty to Animals, la Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra Animales, de Estados Unidos. En un país donde varios periodistas salvadoreños y extranjeros habían muerto en combates y accidentes, SPCA fue en realidad una apretada identificación para la Salvador Press Correspondents Association, pero también una forma sarcástica de expresar el escepticismo de los reporteros. SPCA fue una muestra de cómo en cualquier país y circunstancia se revela la identidad universal de los reporteros. Hay una historia profesional común, pero sobre todo un presente con un desafío continuo de relaciones éticas, que no se reducen a denunciar y abatir la corrupción, sino a proponer nuevas y mejores prácticas, que aumenten la confianza entre reporteros y fuentes y que eleven la credibilidad de los medios ante su público.

   En la actividad profesional, los reporteros de noticias internacionales asumen prácticas éticas estandarizadas, como las entrevistas off the record, para background y on the record (también manejado ocasionalmente como for the record), con atribución directa e indirecta. Estas son las reglas de trato que, a la luz de la experiencia en Estados Unidos y Europa, los reporteros mexicanos pueden adoptar en la relación con sus fuentes, de manera generalizada.

   Las reglas de trato han probado su eficacia como herramienta de trabajo y como base de una relación respetuosa. La claridad y la honestidad en el contacto con las fuentes son básicas para el intercambio entre las partes y una garantía para el público de que los periodistas corroboran la información sistemáticamente y de que una sola versión de la realidad no es siempre suficiente para exponer los hechos.

   En este texto no pretendo dar lecciones a los colegas en activo, pues en el periodismo no hay experiencia despojada de conocimiento, pasión, sacrificio y anécdotas; sólo quiero exponer aquí una serie de ideas y datos, de los que he hecho acopio en los terrenos de cobertura, las redacciones, las bibliotecas y las hemerotecas, dentro y fuera de México, que pueden ser de utilidad para las nuevas generaciones de reporteros.

 

WEBER, LOS POLÍTICOS Y LOS REPORTEROS

A principios del siglo XX, en uno de esos libros fundamentales de la ciencia política y la sociología, El político y el científico, Max Weber escribió sobre los periodistas y sus relaciones con los políticos. En un breve pasaje narra una de las “frecuentes experiencias amargas” que viven los periodistas, específicamente los reporteros, cuando tratan con políticos.

   “No es (para los periodistas) algo insignificante y sin valor el hecho de moverse en los salones entre los grandes de este mundo e inclusive, a menudo, cercado de halagos, suscitados por el temor, a sabiendas de que tan pronto como uno se haya ausentado, es muy posible que el propio anfitrión tendrá que excusarse con sus otros invitados por tener trato con los ‘pillos de la prensa’”.[1]

El párrafo anterior es una evidencia de qué tan viejas son las desconfianzas entre los periodistas y sus fuentes. Lo mismo deja en claro que los políticos son dueños de una identidad profesional –sobre todo a partir del surgimiento de la ciencia política en el siglo XVI– y están conscientes de las fronteras que su actividad marca respecto de los periodistas, cuando no buscan aprovechar los escaparates de la prensa y hacer propaganda.

   El padre de la sociología no fue nunca hombre de partido ni de Estado, pero incursionó en el periodismo de opinión y análisis político. La alusión a las rencillas entre los políticos y los informadores fue posiblemente resultado de su propia experiencia. A juzgar por lo escrito, Weber parece haber tenido una impresión positiva del quehacer periodístico y aunque distinguía entre el periodismo “irresponsable” y la “obra periodística verdaderamente buena”, más bien consideraba al periodismo como un trabajo “intelectual” que exige un gran esfuerzo, en acato de una orden de la redacción y con poco tiempo disponible para cumplirla.[2]

   En todo caso, el hecho de que Weber haya asociado las palabras “pillo” y periodista invita a la reflexión sobre los mecanismos de relación entre los reporteros y sus fuentes, particularmente a las reglas de trato.

 

LA AUTOCONCIENCIA DEL PERIODISTA

Un editor de la revista Fortune en la década de 1970 y ex catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas en la Universidad de Harvard, Paul Weaver, escribió que con el caso Watergate la prensa liberal de Estados Unidos comenzó a adquirir un ánimo de “prensa adversaria” del gobierno, con más independencia y en ocasiones con características partidistas de corte europeo. Hasta entonces, los medios impresos sólo habían sido vigilantes (watchdogs), aunque cooperativos con la administración pública. Lo que derivó de Watergate, dice, fue el crecimiento de la “autoconciencia” de la prensa y el fortalecimiento de la “confianza” de los periodistas en sí mismos, pero sobre todo de quienes buscan la información, es decir, de los reporteros.[3]

   Quizá de manera involuntaria, esos apuntes sobre la profesión periodística conectan directamente con el pensamiento del filósofo alemán de la Ilustración, Friedrich Hegel, que en la Fenomenología del espíritu de 1807 hizo una disquisición detallada del círculo de relaciones dialécticas que genera la conciencia en sí, de sí y para sí.[4] Watergate produjo ese mismo efecto en la profesión periodística estadunidense y luego en el resto del mundo, creando conciencia y confianza en la vocación del reportero.

 Esas reglas de trato no fueron resultado de acciones casuales o aisladas, sino de un proceso de formulación progresiva, que fue del interés de los periodistas y, primeramente, de las fuentes. Las entrevistas off the record y para background son legado del news management introducido por el gobierno del demócrata Woodrow Wilson, padre de la ciencia de la administración pública estadunidense y presidente de su país entre 1912 y 1920.

comillas de apertura.png

LA CONFIANZA Y LAS REGLAS DE TRATO

La cobertura reporteril de Watergate se realizó sobre la base de entrevistas off the record y en background, dos fórmulas de aproximación entre los reporteros y sus fuentes, integradas a la tradición de la prensa liberal estadunidense desde principios del siglo XX.[5] Estas reglas de trato facilitaron al gobierno estadunidense abrirse a la demanda de información de los medios impresos, aunque también al control de la información.

   Los textos de los reporteros Robert Woodward y Carl Bernstein en The Washington Post estaban sustentados en información que proporcionó o confirmó una fuente anónima, a la cual se le conoció como “Garganta Profunda” (Deep Throat). Los reporteros recurrieron a esa fuente para obtener datos del espionaje del gobierno republicano de Richard Nixon a sus opositores del Partido Demócrata, pero si bien la fuente no fue citada ni mencionada, Woodward y Bernstein confirmaban o contrastaban la información con terceras partes. Ese había sido el procedimiento tradicional para hacer publicables los datos obtenidos en entrevistas off the record y en background.

   Esas reglas de trato no fueron resultado de acciones casuales o aisladas, sino de un proceso de formulación progresiva, que fue del interés de los periodistas y, primeramente, de las fuentes. Las entrevistas off the record y para background son legado del news management introducido por el gobierno del demócrata Woodrow Wilson, padre de la ciencia de la administración pública estadunidense y presidente de su país entre 1912 y 1920.[6] Desde la Casa Blanca se propuso controlar el surgimiento de la prensa liberal, que en esa época andaba en busca de mayor credibilidad del público estadunidense, tratando de distanciarse de la objetividad basada en declaraciones textuales y fuentes claramente identificadas.[7] Así surgió entre los reporteros estadunidenses el manejo de fuentes anónimas, muchas de ellas dentro de las élites del mismo gobierno. Esta práctica ética se basaba en la confianza entre dos partes, el reportero y su fuente, germinando así el derecho de los periodistas al secreto profesional.

 

FILOSOFÍA REGLAS DE TRATO ENTRE REPORTEROS Y FUENTES

Desde Estados Unidos, esta práctica profesional periodística fue diseminándose a otros países, hasta el punto en que hoy, las reglas de trato son parte de la deontología de la prensa internacional, pero con una raíz filosófica en la Ilustración. La ética en términos de modernidad, entendida a partir del pensamiento filosófico del Iluminismo, es la razón, la libertad y la igualdad; la historia y la universalización; el entendimiento, el reconocimiento y el respeto entre los individuos.

   A todo esto, Hegel agregó dos elementos: la dialéctica y la reconciliación. Los individuos, conscientes en sí, adquieren conciencia de sí, pero también para sí, en un proceso dialéctico. La reconciliación es un acto de aceptación del otro, pero también un acto de autoconciencia. Este es grosso modo el planteamiento de Hegel contenido en el prólogo y la introducción de La fenomenología del espíritu, una obra que escribió poco tiempo antes de incursionar en el periodismo en Bamberg, tras verse obligado a salir de Jena en el otoño de 1806, a causa de la invasión napoleónica de los estados germánicos.[8] De manera virtuosa, las ideas hegelianas sobre la dialéctica y la reconciliación sirven de fundamento a una fórmula de relaciones éticas duraderas, constituyendo el armazón filosófico de una profesión liberal como el periodismo.

   La ética periodística se cimienta en el pensamiento filosófico de la Ilustración porque el periodismo –como el Estado moderno– es un producto del pensamiento ilustrado, del liberalismo económico y político y de la Revolución Industrial. Como decía sin citar a historiador alguno Carlos Figueroa Sandoval –periodista y profesor en el campus Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México, en la década de 1980–, el periodismo es “la última de las profesiones liberales” del siglo XIX.

Entonces, desde la perspectiva del reportero, lo relevante es que la ética abre el camino para el trato entre iguales, en libertad, entre individuos y entre profesionales que se respetan entre sí. Ahora la pregunta es cómo traducir toda esa fundamentación filosófica, toda esa abstracción, en una propuesta material, práctica. La respuesta son las reglas de trato[9] entre reporteros y fuentes. Hay que lograr que la ética no quede sólo en disquisiciones filosóficas y códigos deontológicos, sino que se arraigue en la práctica, en mejores prácticas, porque la ética también es costumbre.[10] Las reglas de trato son convencionalismos sociales que no requieren del arbitrio judicial, ni de sanciones establecidas en el derecho y, como en todas las normas morales, la sanción “es generalmente indeterminada, no únicamente en lo que a su intensidad respecta, sino en lo que a su naturaleza concierne”.[11]

 

OFF THE RECORD, BACKGROUND Y ON THE RECORD

En la práctica, las reglas de trato son herramientas para atenuar los márgenes de desconfianza entre reporteros y fuentes, porque establecen acuerdos claros y justos entre unos y otros. Las fórmulas de uso internacional pueden ayudar a los reporteros a obtener información de fuentes renuentes a hablar públicamente por temor a represalias o a situaciones bochornosas. A veces pueden ser la alternativa entre acceder o perder un dato, pero, evidentemente, existe siempre el riesgo de que alguna fuente utilice su posición para intentar manipulaciones.

   Posiblemente la regla de trato más conocida es el off the record. El uso de este término comenzó a proliferar en México en los años noventa, coincidente con el periodo en que los periodistas mexicanos tuvieron mayor contacto con profesionales de medios extranjeros, por las mismas razones que el resto de la sociedad, es decir, por la rápida ampliación de las relaciones económicas y políticas con Estados Unidos y Canadá.

   Además del off the record, las otras reglas de trato son la entrevista para background y el on the record, con atribución directa e indirecta. Reporteros y corresponsales anglófonos han diseminado estas reglas de trato a nivel mundial, especialmente en los países que fueron colonias británicas, por lo que no resulta extraño encontrar que un periodista de Kuala Lumpur, Nueva Delhi o Belice sostenga con una fuente una entrevista off the record o solamente para background, sin ninguna sorpresa o engaño para la fuente, en confianza plena, respeto y reconocimiento profesional mutuo.

Como indica la traducción literal, la entrevista off the record queda fuera de registro: no es para publicar ni para citar y mucho menos para mencionar a la fuente. En una traducción más coloquial, el off the record es, como se dice en México, “para consumo personal”, “para tu información” o “aquí entre nos”.   

En un periodo de la historia donde la tecnología y la industria imponen nuevas condiciones a los medios de comunicación, las reglas de trato dan pie a una relación transparente, justa y de respeto a las fuentes, pero también de cara al público.

comillas de apertura.png

Otra cosa es que el reportero busque en otras fuentes la confirmación de los datos obtenidos a partir de una conversación off the record, con lo cual logra respaldar la información. En España, con fuerte influencia del periodismo inglés, El Libro de estilo del diario El País aprueba la opción de las entrevistas off the record, pero con la condición de que la información sea constatada con terceras personas. “El hecho de que una información haya sido facilitada por una fuente con la petición de que no sea difundida [en la jerga, una información off the record], no impide su publicación, si se obtiene honestamente por otros medios. De otra manera esa confidencialidad supondría una censura externa para una información que está al alcance del periodista”.[12]

   Casi lo mismo ocurre con la entrevista para background, que significa contexto. El reportero puede utilizar la información, pero no puede citarla entre comillas, ni tampoco puede mencionar a la fuente. Se trata de una información que el reportero puede recibir y utilizar para mejorar la perspectiva de un tema.

   Distinto es el caso de on the record, que significa para el registro. En este caso el reportero es libre de utilizar toda la información que recibe, aunque para ello puede convenir con la fuente una forma específica de mencionar al informante, ya sea en modo directo o indirecto. Si es directamente, el reportero puede señalar nombre, apellido, actividad, cargo público o actividad privada. Si es indirecta (not for attribution), el periodista puede mencionar a “fuentes del Congreso” o “una fuente del gobierno” o “un funcionario de la administración” o “un diplomático que habló a condición de no ser mencionado por su nombre”.[13]

   Estas reglas de trato deben estar siempre sobre la mesa en el momento en que se desarrolla una entrevista entre reporteros y fuentes. En un periodo de la historia donde la tecnología y la industria imponen nuevas condiciones a los medios de comunicación, las reglas de trato dan pie a una relación transparente, justa y de respeto a las fuentes, pero también de cara al público.

Hay textos y programas de estudio en escuelas de periodismo estadunidenses que se refieren a las reglas de trato entre reporteros y fuentes cuando abordan el tema general de la ética profesional. “El reportero de los diarios aprende tempranamente que debe tratar de manera justa con aquellos que entrevista. Si construye ideas erróneamente, confunde citas o identifica un entrevistado que esperaba anonimato, su informante puede decidir nunca más ser su fuente”.[14]

   En México las reglas de trato adoptadas en la costumbre internacional no se estudian en la academia periodística, ni son de uso común. Esto propicia ocasionalmente malentendidos entre reporteros y fuentes. Cuando en el ejercicio cotidiano se habla de aplicar la fórmula off the record, las fuentes y los reporteros suelen acordar erróneamente que la información se publique y se cite literalmente, inclusive, pero sin mencionar directamente a la fuente. O sea, se hace referencia indirecta, genérica, a la persona entrevistada, como, por ejemplo, en notas informativas donde se menciona a “fuentes diplomáticas”. Esto, según la costumbre angloparlante, en realidad es una entrevista on the record, not for attribution. Es decir, se registra, pero no se atribuye a la fuente con –digamos, coloquialmente– “santo y seña”.

 

LAS PRÁCTICAS ÉTICAS Y EL SECRETO PROFESIONAL

El que la prensa en inglés disponga de reglas de trato no ha suprimido el debate sobre las prácticas éticas periodísticas. El anonimato de las fuentes –derivado del background y el off the record– ha sido criticado en Estados Unidos por periodistas y lectores con el argumento de que este recurso se presta a excesos y falsedades informativas. Y más aún, ocasionalmente han ocurrido situaciones en las que reporteros son citados en tribunales para ser interrogados sobre sus informantes.

   El mismo Bob Woodward fue sometido al juicio de sus colegas de Washington en 1994, cuando publicó The Agenda, un libro que subtituló “En el interior de la Casa Blanca de Clinton”, en el cual, basado en fuentes anónimas, relata momentos íntimos de la vida de Bill y Hillary, incluida una conversación sostenida por ellos en la alcoba de su residencia en Little Rock, Arkansas, una mañana de la primavera de 1991. Había la duda de cuánta gente hubiera podido conocer esa conversación y, por lo tanto, con cuántos informantes pudo Woodward cruzar la información, como para fundamentar y validar su publicación.

   Con líneas muy finas, James Fallows, un reconocido periodista del ámbito político, colaborador de The Atlantic Monthly, puso en 1994 en duda la práctica profesional de Woodward, sin dejar de destacar su habilidad en el uso “obstinado” de la entrevista y el “cruce” de datos proporcionados por las fuentes: “Woodward parece haber acelerado el ciclo a través de su propia reputación de ‘Garganta Profunda’, para ser como piedra de la secrecía acerca de sus fuentes y el trabajo con tantas otras, que mucha de su información no puede ser seguida hasta llegar a uno solo que la haya soltado”.[15]

Pese a los cuestionamientos sobre el trabajo con fuentes anónimas, la reconstrucción de ciertos hechos puede someterse a una prueba de confirmación de datos y testimonios (check and double check) para superar el reto. Esta verificación continua es un escudo para el propio reportero, como se pudo observar recientemente en un caso al parecer inédito en la historia del periodismo estadunidense. The Washington Post se fue al extremo contrario de esta práctica ética cuando el 27 de noviembre de 2017 entregó a sus lectores una información off the record proporcionada por una mujer que intentaba denunciar a un político del estado de Alabama, afirmando que había sido objeto de abuso sexual, lo cual era falso, según pudo saber el Post. La intención de la fuente fue provocar y grabar comentarios de simpatía de la reportera del diario para que una organización no gubernamental llamada Project Veritas, con sede en Nueva York, pudiera exhibir públicamente el ejercicio periodístico del periódico. Sólo en ese contexto, siendo blanco de un intento de humillación, el Post se atrevió a liberar la versión.[16]

   Lo que siempre resulta improcedente en el uso de una información off es que el reportero cite opiniones de anónimos. Acerca de este asunto, la cláusula 1.17 del Libro de estilo de El País propone “evitar el recurso de disimular como fuentes informativas (‘según los observadores...’, ‘a juicio de analistas políticos...’) aquellas que sólo aportan opiniones. En este supuesto, deberá identificarse a la persona consultada. En otro caso no resulta interesante conocer una opinión si no se sabe quién la avala”.[17]

   Es claro que las reglas de trato son un recurso invaluable para los periodistas cuando se acude adicionalmente a otras fuentes, corroborando datos y hechos, una y otra vez, no en un solo día, sino en más de una jornada de trabajo e investigación. En el fondo, comprender la importancia de las reglas de trato e incorporarlas a la costumbre ética del periodista mexicano es una condición para entender por qué existe el secreto profesional del periodista y por qué debe tener el derecho y la obligación de guardarlo.

Los periodistas de Ciudad de México, además de definidos, ya están dotados de una ley de protección al secreto profesional, pero ¿qué han hecho los reporteros para generar la confianza de sus fuentes y reclamar con bases éticas ese derecho?

comillas de apertura.png

EL SECRETO PROFESIONAL EN MÉXICO

El fundamento legal último del secreto profesional se halla en el derecho de la prensa a recabar información y divulgarla. Hay países donde está protegida en ciertas jurisdicciones locales, como es el caso de Ciudad de México o como en estados de la Unión Americana como California y Nueva York. En otros, como Argentina, Brasil, Colombia, Perú y Uruguay, es una garantía constitucional del Estado, por lo que rige en todo el territorio.

   La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 no se refiere específicamente al secreto profesional de los periodistas, pero remite al fundamento legal referido en el párrafo anterior, al establecer que “todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión”, que “incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”. La Convención Americana sobre Derechos Humanos de 1969 recoge ese mismo espíritu en su artículo 13, por lo que en el espacio supranacional existe una forma de proteger y fomentar jurídicamente este derecho.

   El secreto profesional se convirtió en una petición del gremio periodístico mexicano en la década de 1990.[18] Esta demanda se intensificó después de que en 1996 algunos reporteros de fuentes policiales fueron objeto de demandas judiciales para que revelaran sus fuentes. Quienes han solicitado la presencia de reporteros en tribunales forman una gama que va desde empresarios hasta investigadores de la misma Procuraduría General de la República. Un caso relacionado con la corresponsal de El Financiero en Washington, Dolia Estévez, fue llevado en 2002 hasta una corte en Estados Unidos, donde el juez privilegió el derecho al secreto profesional de la reportera por encima del reclamo de empresarios mexicanos para que revelara sus fuentes.[19]

   El tema salió de las conversaciones gremiales y llegó hasta los escritorios de legisladores que identificaron la necesidad de responder a una problemática novedosa en el país, en momentos en que el sistema político horadaba en el pluralismo. En 2005, el caso de un periodista de la capital de la República al que se le intentó extraer la fuente de una información que exhibió prácticas indignas de autoridades locales contra funcionarios menores, motivó la redacción de una norma local.

   El 7 de junio de 2006 entró en vigor la Ley del Secreto Profesional del Periodista del Distrito Federal, que en el artículo 3º lo definió como “el derecho de mantener el secreto de identidad de las fuentes que le hayan facilitado información” a un “periodista” o “colaborador periodístico”.

La norma fija en el mismo artículo una excepción y determina que “este derecho no podrá ser limitado, salvo por decisión judicial, de manera excepcional y siempre que su limitación se justifique de acuerdo con los instrumentos de derechos humanos internacionalmente reconocidos, a los que las autoridades se encuentran obligadas de acuerdo con el artículo 1º constitucional”.[20]

   Al margen de las razones que hayan traído esta ley al conjunto normativo del país y de la comunicación colectiva, en particular, vale la pena hacer notar que esta legislación reglamentaria nos obsequió una definición de “periodista” y “colaborador periodístico” en el artículo 2º.

   A los periodistas los tipifica como “las personas físicas, así como medios de comunicación y difusión públicos, comunitarios, privados, independientes, universitarios, experimentales o de cualquier otra índole cuyo trabajo consiste en recabar, generar, procesar, editar, comentar, opinar, difundir, publicar o proveer información a través de cualquier medio de difusión y comunicación que puede ser impreso, radioeléctrico, digital o imagen, de manera permanente, con o sin remuneración y sin que se requiera título profesional o registro gremial que acredite su ejercicio”.

Al colaborador periodístico lo caracteriza como “toda persona que hace del ejercicio de las libertades de expresión y/o información su actividad principal o complementaria, ya sea de manera esporádica o regular, sin que se requiera registro gremial o acreditación alguna para su ejercicio”.

 

LA ÉTICA Y LA LEY

Los periodistas de Ciudad de México, además de definidos, ya están dotados de una ley de protección al secreto profesional, pero ¿qué han hecho los reporteros para generar la confianza de sus fuentes y reclamar con bases éticas ese derecho? Quizá no lo suficiente. Acertadamente, las instituciones de formación profesional de periodistas han introducido cursos de ética periodística, aunque la temática es más filosófica que práctica. Se estudian los códigos deontológicos que han adoptado algunos medios mexicanos, mas no se ha conectado el uso de reglas de trato con el secreto profesional, que, como se vio líneas arriba, tienen raíces históricas comunes. En los cursos de redacción no se hace conciencia de que es por esas convenciones morales que el reportero se ve obligado a cruzar informaciones a partir de un dato que obtiene off the record o en background. O dicho coloquialmente, que es necesario reportear más la nota y “buscarle padrino” al dato que se consiguió “en corto”.

   Los legisladores que redactaron la ley capitalina sí parecen haber tenido nociones de la práctica reporteril. Con precisión plasmaron en el artículo 6º aspectos del oficio y los vincularon con su eventual impacto jurídico, advirtiendo que “el periodista y, en su caso, el colaborador periodístico, tiene el derecho a mantener en secreto la identidad de las fuentes que les hubieren facilitado informaciones bajo condición, expresa o tácita, de reserva, y en conciencia hayan contrastado y/o documentado la información dirigida al público”.

   No se puede pasar por alto que la promulgación de la Ley del Secreto Profesional del Periodista en el Distrito Federal no fue producto de la costumbre, a pesar de los antecedentes inmediatos que parecen haberla motivado. Como ha sucedido con una buena parte del cuerpo normativo de México, la legislación se estableció como un medio para encausar conductas y no como resultado de conductas que se hacen colectivas y derivan en un precepto legal. En el caso concreto de los periodistas y esta norma, más allá de los casos mencionados líneas arriba, no ha sido la práctica profesional generalizada de las reglas de trato y el consecuente secreto profesional lo que llevó al Poder Legislativo a redactar una iniciativa de ley. Fueron los legisladores los que establecieron reglas en la relación con la prensa, aun cuando no es generalizado el recurso de las entrevistas off the record y en background. Quizá fue un genuino interés por el ejercicio periodístico en la capital de la República lo que motivo a los legisladores. Quizá fueron otras las causas. Lo que es relevante es que los periodistas de Ciudad de México dispongan de una norma de este tipo, sentando un precedente para la jurisdicción del resto de los estados de la Federación y para la potestad federal.

 

OTRAS PRÁCTICAS EN LOS CIRCUITOS INTERNACIONALES

Otras prácticas de relación entre reporteros y fuentes, en los circuitos internacionales, son la “declaración (leída) a la prensa”, la “oportunidad de prensa” (a veces reducida a “oportunidad de fotografía”) y el briefing (breviario), así como las más conocidas “conferencia de prensa” y “comunicado” (“embargado” y “para difusión inmediata”).

   Estas prácticas, como las reglas de trato profesional con reporteros, facilitan también a las fuentes una herramienta de relación con representantes de medios de comunicación.

La “declaración a la prensa” consiste en la presentación de una personalidad pública ante los reporteros que emite un mensaje y se retira, generalmente sin responder preguntas, buscando centrar el impacto deseado, aunque parezca arrogante. Un caso relevante de esta técnica ocurrió el día en que Jacques Rogozinski, encargado del proceso de desincorporación de empresas públicas, dio a conocer el ganador de la oferta pública de Teléfonos de México en 1990. Otro caso ocurrió en 2002 cuando el vocero presidencial, Rodolfo Elizondo, dio a conocer la reacción del gobierno mexicano ante la publicación, no solicitada, de una conversación entre los presidentes Vicente Fox y Fidel Castro.

   En la “oportunidad de prensa”, la personalidad pública abre un espacio en su agenda para tener un encuentro con la prensa, con tiempo para tres o cuatro preguntas. En ocasiones, esta “oportunidad” se reduce a un acceso a los fotógrafos para hacer unas placas y retirarse. Esto es muy común en la presentación de cartas credenciales a jefes de Estado o en las giras proselitistas de políticos que buscan puestos públicos.

   El briefing es una entrevista de los reporteros con una personalidad pública o con el portavoz de una institución. La información se maneja normalmente para background, pero puede ocurrir que la fuente admita que algún aspecto de la entrevista se le atribuya indirecta o, en menor medida, directamente. Dos clásicas sesiones de briefing son las de la Casa Blanca y el Departamento de Estado, pero también las embajadas de Estados Unidos suelen abrir sus puertas a reporteros de medios estadunidenses –y en menor medida a los de otras nacionalidades– para tales propósitos. En la Organización de las Naciones Unidas, en Nueva York, es también tradicional el briefing de mediodía del portavoz del secretario general.

   Tratar de instituir el briefing en México presenta el riesgo de que se le confunda con la conferencia de prensa y, en consecuencia –dado que no existen reglas de trato en la costumbre periodística mexicana–, los reporteros publicarían las declaraciones con atribución directa a la fuente. La llamada “declarocracia”,[21] asociada al periodismo subordinado al sistema político, es un obstáculo qué librar para poder adoptar esta fórmula de relación entre reporteros y fuentes.

Para la emisión de comunicados, una práctica internacional arraigada es la de establecer un contacto de prensa y darlo a conocer en todos los despachos para medios. Esto ayuda a reporteros y fuentes a establecer intercambios adicionales para la ampliación o confirmación de datos, pero para ello también deben aplicarse reglas de trato.

   En México, la vocería de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) es la entidad que tiene el contacto de prensa con más autonomía de respuesta. En la Secretaría de Relaciones Exteriores, donde el vocero fue instituido en 2001, pero con menos facultades discrecionales que en la SHCP, se ha dado –por lo menos desde el periodo de Bernardo Sepúlveda, entre 1982 y 1988– la práctica de la entrevista con atribución indirecta, con mención a “fuentes de la cancillería” o “fuentes diplomáticas latinoamericanas”.

 

DISCUSIONES ÉTICAS EN EL MUNDO

Al llegar el final del siglo XX, una parte del gremio periodístico debatió sobre las obligaciones, los derechos y las responsabilidades sociales de los periodistas en México. Podría decirse que fue un ejercicio vinculado a los tiempos políticos, en una extendida reforma del Estado posrevolucionario. Reporteros, editores y redactores de varios medios repasaron esas conexiones del ejercicio periodístico con la vida pública en una serie de diplomados auspiciados por la Universidad Iberoamericana.[22] México venía de un colapso del sistema político en 1968, de una reforma política en 1978 y de una reforma económica en 1994. Los periodistas no podían estar al margen de estos cambios.

   Aquellas discusiones éticas no fueron un hecho aislado en la comunicación pública del mundo. Las formas de ejercer el periodismo han estado bajo discusión constante desde hace varias décadas y en los casos de algunas naciones industrializadas, los antecedentes datan de finales del siglo XIX. Los mecanismos de relación entre la prensa y sus interlocutores se han modificado de acuerdo con las circunstancias. Y los cambios siguen. Se revelan en decisiones de gobernantes, en campañas electorales, en estrategias de propaganda, de comunicación colectiva. Los cambios geopolíticos, la introducción de nuevas herramientas tecnológicas para el trabajo y las telecomunicaciones, y los procesos nacionales de cada Estado influyen en la dinámica de la prensa. Desde uno u otro ángulo, estos y otros asuntos que se debaten en el mundo forman parte de la discusión general sobre comunicación de masas y su historia.

   Las anécdotas se han ido acumulando y algunas ya son paradigmáticas. Jacques Chirac, al llegar al Palacio del Eliseo en 1995 se hizo acompañar de nuevas estrategias de aproximación a los medios, que privilegiaron el impacto masivo e instantáneo de la televisión. Se acabó la tradicional entrevista en la que dos periodistas de las principales cadenas de televisión interrogaban al presidente, sentados en torno de una mesa triangular que permitía una operación de cámaras ágil. En su lugar el presidente comenzó a responder de pie a los reporteros asignados a la cobertura presidencial, instituyendo la conferencia de prensa como el instrumento de comunicación de masas vía la prensa. Con Mitterrand se daban grandes disquisiciones intelectuales sobre el quehacer político y la diplomacia. Con Chirac la retórica pública privilegia la imagen, el espectáculo de la televisión. Y esto en un país que recién a finales del siglo XX se alejó de su modelo de Estado benefactor, que abrió la televisión a la inversión privada y que tiene uno de los índices de lectura más alto del mundo, medido por la producción per cápita de libros y periódicos.

   La selección de los portavoces presidenciales en Estados Unidos es un tema clásico de la comunicación y la política. El presidente demócrata William Clinton designó al suyo bajo un criterio estrictamente pragmático; el nombramiento correspondió a un portavoz de carrera con amplia experiencia en el bando republicano, dejando un precedente notable. En Argentina los agentes de prensa de Carlos Menem hicieron todo lo posible por presentar al presidente a la manera de la Casa Blanca, en Washington. En México el presidente Ernesto Zedillo convocó al principio de su mandato a conferencias de prensa en Los Pinos, en las que él apareció de pie, respondiendo temas diversos de la agenda mediática. Vicente Fox creó la figura del vocero presidencial y el Instituto Nacional de Acceso a la Información; Andrés Manuel López Obrador instituyó la conferencia de prensa cotidiana, centralizando la información del gobierno federal en lo inmediato y cotidiano.

   Uno de los temas de comunicación planteados históricamente en Europa, inclusive antes de la existencia de medios de masas, es el derecho a la información. Jurisprudencia, moral y periodismo forman un triángulo temático. Dos siglos después de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, ocurrió una reconsideración generalizada de los valores éticos y se propusieron mecanismos para hacer más transparente y escrutable la responsabilidad de los periodistas ante sus audiencias. Por eso la prensa misma experimenta procesos de cambio y debate a su interior. Las tendencias mundiales en la economía, la tecnología, la circulación de ideas, han replanteado las formas de hacer periodismo y abrieron interrogantes sobre los desafíos del gremio periodístico.

   Esa tendencia se observó a detalle en la prensa francesa en un tradicional periódico de izquierdas, Le Monde, que a principios de 1990 incorporó un defensor del lector a la estructura orgánica de la compañía y a sus páginas, donde comenzó a hacer públicas las opiniones de su audiencia acerca del desempeño profesional del diario y sus criterios editoriales. Le Monde, fundado en 1944 en los días de euforia por el final de la Segunda Guerra Mundial, se sumó así a una tendencia generalizada en Europa. Este departamento, que también selecciona y responde al material de correspondencia del periódico, lo dirigió en sus primeros años uno de los ex directores del diario en la década de los ochenta.

   La empresa introdujo la figura del mediateur en el marco de una serie de cambios generalizados en la administración y el diseño del periódico. La cooperativa abrió su propiedad a la inversión privada y social. No inició operaciones en la bolsa de valores, pero su cuerpo de accionistas fue repartido entre los periodistas de las redacciones del periódico, los trabajadores manuales, los lectores y los directivos y ex directivos de la empresa. La recomposición de la propiedad en Le Monde fue correspondiente a un cambio en posiciones ideológicas del diario, clave en el periodismo de Francia.

Otro debate ético periodístico muy sonado se presentó en Estados Unidos en 1996 con la aparición de un libro titulado Primary Colours, adjudicado inicialmente a "Anonymous" y posteriormente al columnista político Joe Klein, para entonces conocido por la publicación de sus textos en el semanario Newsweek y sus comentarios en CBS News. Se trata de una novela de ficción que critica la personalidad y la administración de Clinton en la presidencia estadunidense. La utilización de fuentes anónimas en la prensa es una práctica generalizada, en función del secreto periodístico. Lo que la opinión pública estadunidense critica –especialmente los periodistas– es que la idea del anonimato se lleve a su máxima expresión en una obra completa del género de ficción, no únicamente en un texto periodístico.

   Las nuevas tecnologías no sólo abren formas de intercambio de información en todo el mundo, sino también, en un lamentable uso perverso, formas de fraude, como el plagio y el engaño. Un reportero de The New York Times, Jason Blair, se vio obligado a renunciar a su puesto de reportero en el diario en mayo de 2003, cuando una investigación interna halló que por meses había reportado con información de otros medios y colegas, tomada de internet, simulando estar en diferentes ciudades de Estados Unidos, cuando en realidad había escrito los textos desde su casa.

   Los reposicionamientos de la prensa en el mundo son sólo una parte de los cambios que operan en la comunicación de masas. Se discuten las relaciones laborales, los espacios de propiedad de los medios, la comunicación y organización del gremio, las prácticas éticas, la relación con el gobierno y la responsabilidad ante la sociedad, el respeto a la privacidad, los límites de la función y del hombre público. Hay una discusión ética. Es una reflexión sobre el ser y la vocación del periodista.

 

HEGEL, PERIODISTA, A MANERA DE CONCLUSIÓN

Establecer reglas de trato entre reporteros y fuentes puede tardar años, pero en virtud de la profundización y multiplicación de las relaciones de México con el resto del mundo y especialmente con las distintas regiones y ciudades de Estados Unidos y Canadá, es necesario conocer y difundir con precisión las fórmulas internacionalmente aceptadas.

   Weber nos dejó una muestra de las dificultades que había desde principios del siglo XX entre reporteros y políticos. También quedó en deuda con la promesa de escribir más sobre la naturaleza política y sociológica de la prensa, pero al menos nos dejó un testimonio valioso de lo que pudo observar.

   Es una pena, por el contrario, que Hegel no haya dejado nada escrito sobre el periodismo, a pesar de que ejerció esta actividad durante un año y medio. En 1806, cuando Napoleón invadió los territorios prusianos, Hegel vivía en Jena. Había concluido la redacción de La fenomenología del espíritu. Mientras en las afueras de aquella población alemana se escenificaba una batalla, el llamado “último idealista” abandonaba su casa con tan sólo una pequeña maleta de ropa y el manuscrito de la obra básica de su pensamiento filosófico. Pudo salvar el documento y enviarlo a sus editores en Berlín, la ciudad adonde anhelaba ir para asumir la titularidad de la cátedra de filosofía en la universidad local, lo que finalmente alcanzó en el crepúsculo de su vida. Las autoridades universitarias no querían hacer caso a Hegel, porque preferían dar espacio en la cátedra a los seguidores de Kant, cuyo pensamiento era paradigmático.

   Después de la fuga de Jena y de la publicación en 1807 de su primera gran obra, Hegel dejó la filosofía por un tiempo y aceptó entonces la dirección del Bamberger Zeitung, un periódico de actualidades regionales que se distribuía seis días a la semana en Baviera, al sur de Alemania.[23] Los biógrafos de Hegel menosprecian generalmente su paso por la prensa, pero una vez de regreso a la academia, las grandes obras de Hegel sobre la historia universal comenzarían a ser escritas. Hay razones para creer que la síntesis vital del periodismo cotidiano marcó a Hegel. Hoy, por su pensamiento dialéctico, por su propuesta de reconciliación y aceptación del otro, existe la base de una filosofía moral y de una ética periodística que se traduce en identidad profesional, autoconciencia, respeto entre reporteros y fuentes y, para empezar, reglas de trato.

 

 

1998-febrero de 2018

 

* Guillermo G. Espinosa es periodista con estudios en comunicación, ciencia política e historia. Ha escrito reportajes, crónicas y entrevistas acerca de 15 países, incluido México. Cubrió la guerra civil en El Salvador y escribió sobre política, economía y cultura de los Estados Unidos, siendo corresponsal de Excélsior. La historia del periodismo es su especialidad académica.

[1] Max Weber, El político y el científico, Premiá Editores, 1980, primera edición, p. 29.

[2] Op. cit., p. 26. “El periodista comparte con todos los demás demagogos, así como con el abogado y el artista (por lo menos en el continente, exceptuando lo que al respecto acontece en Inglaterra y lo que se dio antes en Prusia), el destino de evadirse de cualquier clasificación social determinada. Pertenece a la casta de parias conceptuada infaliblemente por la sociedad según el peor proceder moralmente de sus miembros. Es así como cunden las ideas más raras con respecto al periodista y a su labor. Son pocas las personas que caen en la cuenta de que una obra periodística en verdad ‘buena’, aunque originada en situaciones muy distintas requiere al menos tanto esfuerzo como lo exige otra obra intelectual cualquiera; tanto más si se reflexiona que debe realizarse con prontitud, por mandato y con el fin de que dé resultados inmediatos. Naturalmente, aquello que acude a la mente que juzga suele ser la obra periodística irresponsable, dadas las funestas consecuencias que ocasiona.” En la edición de Alianza Editorial (México, 1992) vienen los datos sobre la conferencia dictada por Weber.

[3] Paul H. Weaver. “The new journalism and the old”, en Ethics and the Press, Hastings House, New York, 1975. Editado por John Merrill y Ralph Barney. p. 90. El autor también señala que el caso de los “Documentos del Pentágono” (Pentagon Papers), manejado por The New York Times en 1971, contribuyó a afianzar la confianza de los periodistas estadunidenses en sí mismos, aunque el efecto no tuvo las dimensiones que Watergate.

[4] El profesor de la cátedra de Filosofía y Teoría Política en la Facultad de Ciencias y Políticas Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, el doctor José Luis Hoyo Arana, escribió un ensayo sobre la dialéctica hegeliana que explica en toda su magnitud filosófica la importancia de la conciencia en sí, de sí y para sí.

[5] Clifford Christians and Catherine Covert, Teaching Ethics in Journalism Education, p. 6. Los autores afirman que después de Watergate aumentó el debate sobre la ética en la profesión y en la “hermandad educativa” del gremio.

[6] Michael Schudson, Discovering the News: A Social History of American Newspapers, Basic Books, New York, 1978, p. 10.

[7] Op. cit., p. 11.

[8] Jean Michel Palmier, Hegel. Ensayo sobre la formación del sistema hegeliano, Fondo de Cultura Económica, México, 1993, pp. 14-30. Primera edición en francés, 1968; primera edición en español, 1971.

[9] Eduardo García Maynez, Introducción al estudio del derecho México, Editorial Porrúa, México, 1985, trigésimoséptima edición, pp. 15-24. El autor dice que las reglas de trato son normas morales.

[10] Christians y Covert, p. 54. Sobre el tema de la ética aplicada, los autores afirman: “El mejoramiento de la instrucción sobre ética en los medios de comunicación y la formulación de argumentos éticos significativos para el periodismo dependerá en gran medida del más amplio desarrollo de una ética práctica, profesional”. Ver también: Hugo Osorio, Ética y compromiso del periodista y del comunicador social, Asociación Argentina de Educación a Distancia/Fundación Konrad Adenauer, Buenos Aires, 1989, primera edición, pp. 24-25. El autor afirma: “El objeto material de la ética son los actos humanos, o actos morales, o las costumbres. La costumbre puede tomarse como: un modo repetido de hacer lo mismo”, ya sea por instinto o por elección de libre voluntad. También, señala, puede ser “un acto libre cuya frecuencia puede originar la costumbre”.

[11] García Maynez, p. 34.

[12] El País, Libro de estilo, Ediciones El País, Madrid, 1977, p. 16.

[13] Vicente Leñero y Carlos Marín, Manual de Periodismo, Grijalbo, México, 1986, pp. 88-89. Los autores se refieren a “las fuentes dignas de crédito”.

[14] William Rivers and Shelley Smolkin, Free Lancer and Staff Writer, Wadsworth Publishing Company, Edmont, California, 1985, tercera edición, pp. 270-271. En este texto, los autores hablan de la importancia de “lidiar limpiamente” con las fuentes y señalan que los reporteros y las fuentes siempre deben dejar bien claro bajo qué términos se desarrolla una entrevista.

[15] James Fallows, “Just the facts”, The Washington Monthly, July-August, 1994, p. 40-43. Ver también Robert Woodward, The Agenda: Inside the Clinton White House, Simon & Schuster, New York, 1994, p. 12. El autor incluye en la introducción explicaciones sobre su metodología: Dice haber entrevistado a 250 personas, muchas de ellas en más de una ocasión. Precisa que la regla de trato con sus fuentes fue para deep background, es decir una modalidad que el mismo Woodward incluyó en su libro All the President´s Men –que aborda el caso Watergate y fue llevado a la cinematografía– para subrayar la confidencialidad de sus fuentes. “Diálogos y citas vienen de por lo menos un participante (o) de memorandas”. Aclara que cuando “se dice que alguien ‘pensó’ o ‘sintió’ algo, esa descripción proviene de la persona en sí o de alguien a quien se lo dijo directamente”.

[16]The Washington Post, “A woman approached The Post with dramatic –and false– tale about Roy Moore. She appears to be a part of undercover sting operation”, November 27, 2017.

[17] El País, p. 17. El abuso en la utilización de fuentes anónimas para reproducir opiniones ha generado cuestionamientos al periódico español, pero la defensora del lector, Soledad Gallego-Díaz, hizo notar el 23 de enero de 1990 que “el secreto de la fuente informativa se confunde muchas veces con el supuesto derecho de una persona a dar una opinión y exigir a continuación que no se publique”. Esto es una muestra de que las fuentes de los reporteros pueden influir en los reporteros para la comisión de un acto antiético.

[18] María Isabel Inclán Perea, “El secreto profesional de los periodistas”, en Para conocer a los periodistas, Desper-Uníos, México, 1997, p. 131. “El secreto profesional debe ser primero una responsabilidad del periodista respecto a sus fuentes de información y, después, un derecho respecto a la autoridad judicial”.

[19] Dolia Estévez, “La defensa del derecho a la libertad de prensa en México, en tribunales ajenos”, en Cambio y continuidad en la política exterior de México, Editorial Planeta Mexicana, México, 2002, p. 173-183.

[20] En 2014 hubo reformas a la Ley del Secreto Profesional del Distrito Federal para actualizar su contenido y darle congruencia con las reformas constitucionales de 2011 que armonizaron el lenguaje de la carta fundamental del Estado mexicano con los conceptos universales de los derechos humanos.

[21] Gideon Lichfield, “La declarocracia”, en Letras libres, julio 2000. El autor aborda el problema de la “declaracionitis” en la prensa mexicana, que se caracteriza por el abuso de la nota informativa sustentada en afirmaciones de fuentes, generalmente políticas o de los tres órdenes de la administración pública.

[22]El doctor en comunicación José Carreño Carlón estaba al frente del Departamento de Comunicación de la citada institución y el periodista Rogelio Hernández López estuvo a cargo del diplomado de actualización periodística que convocó al debate.

[23] Walter Kaufmann, Hegel, Alianza Editorial, Madrid, 1982, pp. 178-179. “Mirándolo retrospectivamente, lo más importante acerca de este episodio es que en 1807 y 1808 se encontraba Hegel en contacto tan estrecho con los acontecimientos de cada día (lo cual está a cien leguas de la extra mundana torre de marfil en que lo ha colocado su reputación póstuma). Además –cosa no menos importante– se vio obligado a escribir seis días a la semana cosas que la gente corriente pudiese entender, y cada número constaba sólo de cuatro páginas, de modo que aprendió a ser breve, a abarcar concisamente mucho material y a terminar las cosas. A este respecto, el año y medio de Bamberg tuvo, en último término, una importancia decisiva”.

bottom of page